martes, 4 de mayo de 2010

Subjetivar en Colectivo

Buena bienvenida dieron las olas a los barcos de guerra; nos recibieron los tordos (cuervos marinos) en Veracruz. El poeta Jesús Garrido externó su opinión respecto a los 40 Barcos de Guerra, aquí un poema del autor veracruzano y una breve semblanza sobre su trabajo:

Narciso

Son tiempos difíciles

estimado Narciso

el amor escasea

y los negocios

por más que me esfuerce

no marchan bien


Para colmo

el reflejo de la luna

en la pileta

me ha tomado

por alguien diferente

por alguien que no casa

con la descripción feliz

que das siempre de mí mismo


Tomado de su libro Mentiras Soberanas

Jarocho de profesión y poeta de nacimiento, Jesús Garrido (1963) ya es viejo lobo de mar en el arte del verso. O, de otro modo, domina con perfección el yunque donde forja poemas a la medida de sus circunstancias. Profesor de Litertura Mexicana por la Univesidad Critóbal Colón. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Premio Nacional de Poesía Tuxtepec, Río Papaloapan, Rodulfo Figueroa y Premio de Poesía Timón de Plata, entre otros.



Cuarenta Barcos de Guerra.

Por Jesús Garrido

1.- La poesía.

Es de dominio poético que el pensamiento es más rico en posibilidades que el lenguaje. La naturaleza del pensamiento es abstracta y sus límites, etéreos oscuros, luminosos, sin que podamos precisar el tiempo o el espacio en que la luz se torna oscura o la oscuridad luminosa (hablamos de territorios donde suele abolirse la incompatibilidad de los conceptos). El lenguaje, en especial el hablado, es en cambio un corsé benigno, un instrumento de placer y de tortura, un arma de cien filos, legislación que rige la convivencia sonora. Nuestra concepción del mundo no está construida con palabras sino con ideas, instintos y sensaciones; una y mil palabras no bastan para traducir todo esto, para integrar la humana divinidad que nos corrompe cada vez que intentamos arrinconar nuestra esencia.

Se nos ha sugerido (acaso sería Borges en la infinitud de sus reflejos) que la primer palabra dicha por un remoto antepasado fue también el primer poema. Pero la poesía existe aun sin la presencia de la lengua, por lo tanto, todo poema es un intento por apresar lo que desde el primer momento de nuestra vida nos apresa; a veces con rigor, a veces tiernamente.

Sé objetivo, se nos ordena día y noche en aras de una cultura de la precisión y la eficiencia, sin tomar en cuenta que de una mínima dosis de divagación nace la variedad, riqueza, sabor y color auténticos. Por encima de la industrialización, estandarización, uniformidad en la que se desplaza nuestra especie, el homo económicus, se impone la necesidad de ser subjetivos, de personalizar el aire y los espacios. Individualidad es, pues, el nombre del juego.

Un poema no es un manual de historia, herramienta antropológica ni estrategia de mercadotecnia (aunque podría adaptarse con mayor o menor éxito). Un poema es una verdad polisémica, antídoto contra la univocidad científica, aun con el peligro de la designificación y caos estético que la subjetividad a ultranza podría representar.

Y sin embargo, los poetas, siendo subjetivadores permanentes, tampoco pueden, a veces, escapar de las contradicciones del mundo productivo, atrapados, algunos, en la estética del lenguaje exacto o en el mito vicioso de la poesía utilitaria. No es inusual tampoco, que surjan tendencias, mafias, centralismos, cotos de poder, en aras de la publicación o el reconocimiento. El acaparamiento resultante origina autores desplazados, vetados, marginales, poetas que tienen que recurrir a estrategias alternas. Las editoriales independientes, cumplen con este propósito, pero no se dan a vasto. Nuestra época, por desgracia o por fortuna, vive lo que Milán Kundera llamó grafomanía “no el deseo de escribir cartas, diarios, crónicas de familia (esto es, escribir para uno mismo y para quienes le rodean), sino escribir libros (es decir, de tener un público de lectores desconocidos)”. Kundera califica de epidemia masiva a este afán del hombre contemporáneo sobre todo cuando es resultado de una inmovilidad social, cuando es “precisamente esa falta de contenido vital, ese vacío, el motor que le obliga a escribir”... “la soledad generalizada produce la grafomanía, pero la grafomanía masiva al mismo tiempo confirma y aumenta la soledad general.

Las editoriales independientes sirven también, entonces, como filtro y continencia de este vacío. Filtro, porque a través de criterios editoriales no comerciales, detecta vacíos y sustancias. Continencia, porque en los libros publicados se materializa la abstracción del pensamiento poético.

2.- La navegación

Veracruz, jueves por la tarde. Desde hacia varias semanas, en el mar cercano a la costa se ha visto la proliferación de organismos que, como una mancha amarilla, flotan sobre las aguas, se empujan contra las escolleras y, como la epidemia citada por Kundera líneas arriba, encallan sobre la arena, dando la sensación peces vegetales, varados, escriturados por el sedimento de los días.

Son algas de texturas duras, entrelazadas entre sí, con robustos pero flexibles cuerpos, acaso con capacidad de fotosíntesis. Les llaman sargazos, nombre afortunadamente alejado de las denominaciones científicas, más cercano a la nostalgia. He encontrado que también suelen llamarle maleza del Golfo o maleza del engaño.

Es precisamente este el día de la presentación de Cuarenta Barcos de Guerra, libro donde convergen múltiples poetas y editoriales (debiera decir 168 poetas y 42 editoriales pero, como la población humana y los sargazos, deben contarse no aritmética sino geométricamente, ya que la poesía es, además, un animal amorfo).

Cuarenta Barcos de Guerra es y está de antología. Antología es otro nombre del juego. Ya sea la representatividad, la estética o la nostalgia, la antología es ante todo, una muestra, un aquí estamos, un aquí navegamos y pretendemos seguirlo haciendo, plácele a quien le plazca, léase quien leyese. Es un atisbo, de lo que, quiero creer, es un esfuerzo nacional por descentralizar la publicación, la crítica y toda la actividad literaria.

La diversidad es la característica de Cuarenta Barcos de Guerra, una diversidad que ve más allá de las diferencias regionales y generacionales de sus autores. Estamos ante todo, ante una pluralidad de temas, estilos, y poéticas, donde, si algo hay en común es la subjetividad de la realidad, a través del subconsciente, del gesto y la frase subversivas.

Hablamos de autores sumamente jóvenes que conviven a través de las páginas con poetas consagrados al oficio desde hace muchas décadas, poetas reconocidos nacionalmente como Raúl Renán y promesas ya cumplidas como Eduardo Cerecedo.

La tripulación de estos cuarenta y dos barcos, vistos colectivamente, confirman que no existe la pureza lingüística: la pureza es inhumana, no necesita regulaciones ni reglas sintácticas. Y en medio de toda esta abstracción, el mundo. Porque el poema es también una metáfora del materialismo, ateniéndonos a Valery y si medimos la realidad en términos del binomio enunciación-comprensión. La realidad es más que un paradigma de la memoria. La poesía es múltiple y su rostro gira alrededor de un eje disolvente.

Los poetas parecieran conversar en torno a una pregunta no contestable. ¿Qué es la poesía?

Qué son voces/ Qué son versos que son voces? Pregunta Mirna Romero

Saliva que duerme en la garganta/ que renace/ que se arquea/ aletea en flotante desnudez contesta María Elena González Guillén

Un anciano atado a las uñas de mis manos afirma Raúl Renán

Un violinista solo en medio de la Plaza Francis Mestries Benquet

Letras que emergen del abismo Sixto Cabrera González

Un mono blanco (que) el sexo se lame hasta sangrarlo Eduardo Cerecedo

El pasado que somos/ sólo eso y nada más.


No hay comentarios: