jueves, 25 de febrero de 2010

Adictos a la poesía y a la guerra



Xalapa, Veracruz, 23 de febrero. La niebla es una mano que peina las calles. Desenreda sus nudos de autos. Es en el Café Tierra Luna donde se presentará la antología 40 Barcos de Guerra por parte del Colectivo Adict@s a la poesía, que desde hace más de cuatro años se reúne en este Teatro a leer poesía.

Manuel Martínez, Angélica González y Mirna Romero.
Mirna Romero, Manuel, Angélica y Mirna Valdés.

Publico de todas edades.


Espacio abierto por definición, dispuesto para "socializar la poesía y poetizar la vida", afirman Mirna Valdés y Manuel Martínez, que nos dan la bienvenida a esta ciudad que en sí misma es poética. Excelentes anfitriones nos ofrecen una botella de vino para festejar la violencia que une a los poetas de esta nave y nos conducen al sitio donde también coexiste la librería Hyperión. Los poetas con poemas en mano expectantes escuchan. La organización es impecable, y los medio s de comunicación son evidencia de esto. DiarioXalapa cubre la llegada de las fragatas, al igual que un canal de TV cultural. Asimismo dos periódicos más.

Adriana Tafoya, Manuel y Andes Cardo.


Mirna Valdés es acompañada con música.
Angélica González lee sus poemas incluidos en la antología.




Manuel Martínez habla de la posibilidad de ampliar los foros y los marcos de expresión para la poesía, de cómo se vinculan aquí tantos proyectos y lo importante de que se pueden hacer cosas entre diferentes grupos. Andres Cardo habla sobre una nueva óptica de los "independientes", donde no sean estos los necesitados, los que piden, sino también los que pueden dar y extender una mano en símbolo de igualdad a los que cruzan su camino.



Adriana Tafoya, Manuel Martínez y Andres Cardo.


Adriana y Manuel.

Adriana Tafoya exorta a la crítica, pero sobre todo a la autocrítica, donde los poetas no sean sólo capaces de aceptarse en "la misma fiesta" sino también tener la honestidad de hablar de las deficiencias y aciertos de los demás tripulantes, así como también de la valoración del trabajo de otros proyectos.

Con vino y música la poesía es siempre una lámpara de petróleo para el que tiene frío en la noche, y en esta enorme Casa todos suben al templete y vierten su combustible. Leen Angélica González y Mirna Romero acompañadas de una guitarra azul. Mirna Valdés se funde con la voz y guitarra de una cantante; conjuntan la flama para iluminar el oval exaltado de los escuchas.

Gracias al apoyo del maestro Raúl Hernández Viveros, editor de la revista Cultura de Veracruz, el colectivo Adict@s a la poesía logró esta presentación de poesía.


martes, 23 de febrero de 2010

40 Barcos y Malasangre en Tabasco

Presenta Molinos de Acentos en Tabasco, en el café El Rincón de la Luna, la antología "40 Barcos de Guerra", coincidiendo con la entrega del Premio Iberoamericano Carlos Pellicer, a Max Rojas, que fue seleccionado por esta editorial para su participación en esta antología. En la mesa estuvieron Lorenzo Morales Malasangre, Pedro Luis Hernández Gil y Arbey Rivera, de Tejado Rojo. Aquí algunas fotos del evento.

Pedro Luis y Morales Malasangre.


Fabián Rievera en su lectura.



Arbey Rivera, Pedro Luis Hernández y Lorenzo Morales Malasangre.


Malasangre.

Arbey Rivera, Pedro Luis y Lorenzo Malasangre.

Público asistente.

domingo, 21 de febrero de 2010

En las paredes del mundo: la guerra


Por Ivan Leroy
(Ediciones Nuevo Siglo)

*Discurso pronunciado en la XXXI Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería

40 Barcos de Guerra no es una concesión formal multicromática para los ojitos, nariz y garganta del lector autocomplaciente ni para las mafias literarias. La otorinopoética de lo bonito no forma parte de los trabajos que ha abanderado Verso Destierro; su independencia le ha posibilitado generar producciones editoriales poéticas comprometidas con un arte expresivo en el mismo orden del humanismo.



Parte del público, Ivan Leroy y Norma Bazúa durante su lectura.


Los poetas también somos mamíferos excitados, hombres y mujeres que insistimos al marcar nuestra presencia en los espacios que habitamos con incisiones como sublimación de nuestra consciente intrascendencia física hacia el sentido de la trascendencia temporal. Lo anterior exige al menos una consciencia de la muerte, el amor y la lucha, es decir, el nacimiento del arte. El arte no sucede sino hasta que hombres y mujeres nos sabemos seguros (al menos) de que vamos a morir. Edificamos torres o bibliotecas, ciudades enteras dedicadas a un dios o a un humano con poder; capillas o pirámides siempre tratando de ocultar la certeza de nuestras faltas. Se justifica el fratricidio. La invasión de los milagros ajenos, distantes, convertidos por la retórica en el discurso de “lo otro”. Orinamos el espacio del enemigo para afirmar nuestro espacio que luego es invadido para activar nuestra venganza, o bien, le escribimos el poema. Todos somos Capuleto o Dantesco; Garcías o López. Firmamos nuestras obras con la orina o la tinta de nuestra identidad ficticia e impuesta como todas. Graphein es escribir decían los griegos. Escribimos con lo que tenemos a nuestro alcance. Con lo que nos alcanza. Para alcanzar a ser. Poetizar es llamar la atención de los otros para afirmar una presencia, frente a la autoridad o la costumbre, ante quien se desea o contra lo que se odia. Poematizar la vida presupone un desconcilio. Desconcilio de lo interno con lo externo. De lo individual ante lo colectivo. Del resentimiento contra la sensiblería. Del desfavorecido contra el rico: los pobres también escriben. Porque lo primero que se hace después de aprender a escribir es rayar. Se raya el salón de clases como la pared pese al sacrosanto mandamiento materno —previa omnipresencia paterna— del “no rayarás la pared”. La pregunta inquisitorial. ¿Quién pintó la pared? Se le presenta al poeta como parte fundamental de su condición propia de sujeto sujetado. Rayar es el ejercicio ontológico que antecede al de rayarla, posibilidad marginal de autoafirmación popular. Pero el poeta por más leído o escribido, no supera su trauma de escribir con patas de araña, por más computadora, ama su pluma fuente, por más pedefes, quiere ver su poema impreso como en 1442 lo inaugurara Gutenberg o Juan Pablos en México, en 1539.


Leroy, Tafoya y Fonz.

Ante el evento innegable somos receptores involuntarios y pasivos, brota nuestro rechazo social y oligolingüístico en la incomprensión de un lenguaje que nos hace ver como bárbaros frente al latín culterano. No nos resta sino asumirnos como iletrados, analfabetas del texto que hemos borrado decenas de veces en la barda que ya no soporta más capas de pintura de la brocha que contratamos para tapar lo feo. Lo soez y absurdo que se expresa en delito y aplaudimos a los científicos universitarios cuando nos presentan inventos tan útiles para el desarrollo sustentable de la economía neoliberal, ¡bendita sea! Como la pintura antigraffiti.


La maestra Norma Bazúa emocionada.


El poeta no es ajeno a las expresiones, técnicas y recursos de su tiempo, es producto de ellos, es el utópico conciliador de lo que el sociólogo apunta como irreconciliable.

Marco Fonz escucha atento a sus compañeros de mesa.


Y te admiramos 40 Barcos de Guerra por tu congruencia, porque te confrontaste a los espejismos y espantapájaros de la oficial propuesta de cultura, a los noveles de la ignominia y a la gerontocracia de la educación desvinculada de la necesidad y el deseo colectivos.


Arturo Alvar, de la revista ARCA, al micrófono. También leyeron sus poemas, Víctor M Muñoz, de Metáfora; Lucero Balcázar, de Ediciones Clandestinas; Javier Gaytán, de Floricanto, y María Elena Solórzano, por Ediciones Clandestinas.

Y debo agregar, al imperio de la distribución decadente de libros. O de plano a la extinción de las librerías. Para qué las queremos si no tenemos lectores. Pero existes, lector, y queremos decirte con voz alta cómo la poesía nos tocó una noche en que no sabíamos qué queríamos, pero sí, lo que no queríamos: cuando la palabra cobró su verdadero rostro de pueblo y se transformó en voz del deseo tercamente erótica, necesariamente en el riesgo de afirmarse viva, te entregamos un flanco más de jóvenes poetas, de la larga marcha que nos marcas como ejemplo, ahora escriben, te escribimos, como tú nos enseñaste a hacerlo pueblo, al margen o dentro, de la delimitada zona audaz de 40 Barcos de Guerra.

En la mesa, María Elena Solórzano, Ivan Leroy, Adriana Tafoya y Marco Fonz.

40 Barcos en la Feria Internacional de Minería

Parte del público en el Auditorio 3 del Palacio de Minería.


A manera de reflexión sobre la crítica


Por Adriana Tafoya


40 Barcos de Guerra nace en el marco del Encuentro Nacional de Poesía Independiente y sus Editoriales en 2008, que se realizó en Faro de Oriente, de tal modo que se generara una descentralización de las geografías comunes para la reunión de los poetas. El reto y propuesta consistió en reunir a 46 proyectos independientes de toda la República que propusieran cuatro poetas cada uno, para de esa forma evitar el “monopolio” del gusto y la estética poética. Se buscó realizar un encuentro que fuera incluyente y que tuviera el colorido de un gran carnaval, por sus diferentes voces, estilos e ideologías. El resultado obtenido fueron tres mesas de lectura conviviendo durante tres días simultáneamente entre rotomartillos, tornos, y grandes muñecos de cartón.


Adriana Tafoya y Marco Fonz al fondo.

Más adelante surgió la idea de editar la antología bajo un concepto similar. Se abrió la convocatoria con la expectativa de sumar, por mucho 40 proyectos que se aventuraran a una empresa de esta magnitud. Los proyectos sobrepasaron lo esperado y sumaron 42, para sorpresa de muchos. Esta es una cifra que no refleja una totalidad, pero sí una voluntad de editores dispuestos a “descubrir y aceptar” a otros poetas, aunque a veces parezca que persistente el ejercicio del “criterio cerrado”, que no acepta lo que es distinto a sí mismo y deriva en la mutua descalificación, sea de manera bien o mal intencionada. Pero, ¿qué piensan los 42 editores que participaron en esta gran antología?, ¿los 169 poetas que fueron incluidos en este polémico libro?: que sin superstición podría denominársele “libro adivinatorio”, pues si ustedes tienen preguntas sobre la vida literaria del país, como cuáles son sus cánones, sus criterios editoriales o sus puntos de vista sobre la cultura, bastará cerrar los ojos y abrir cualquiera de sus páginas para entrar de lleno a estas “realidades”.


40 Barcos de Guerra provocó importantes preguntas que invitan a la reflexión sobre el medio literario y sus políticas, y sobre todo mostró la manera de pensar de los editores y poetas tanto de manera individual como “la visión de clanes”. Una de las opiniones más generalizadas, si no es en la que efectivamente coinciden todos los proyectos incluidos en este enorme libro de consulta, es que creen hay “altibajos”. ¿Quiénes opinan esto? Los mismos editores y poetas incluidos. Y si a alguno de ellos se le pregunta en qué nivel se acomoda, difícilmente responde que en los sótanos de esta enorme flota. Aquí, ante esta pregunta, todos se consideran, ya sea por humildad o baja estima, de nivel promedio.

Marco Fonz escucha atento, después de su intervensión sobre 40 Barcos de Guerra.


Este punto de vista es de los que más invita a la reflexión y nos lleva a pensar sobre qué tan diversos son los juicios editoriales, cuál sería el canon estándar para ellos, y qué tanto se maneja la cultura de las jerarquías en el ámbito literario, como en nuestro sistema lo es tener un solo dios verdadero, un solo presidente, un solo padre de la mafia o un solo jefe de familia. ¿Qué tanto este sistema general también se desarrolla en nuestros poetas, artistas, de “mente más abierta”; en nuestros poetas cosmopolitas bohemios y malditos? Es evidente que el poeta no escapa al sistema, y en la actualidad ni siquiera le interesa hacerlo. ¿Por qué no le interesa? No hablemos de inteligencia ni de nombre, ni de dinero, hablemos de comodidad; no la de los cojines y las alfombras, sino de la comodidad de no complicarse la existencia pensando en otras propuestas para hacer las cosas distintas en el plano de la vida.


Adriana Tafoya durante su discurso.

También estos “altibajos” reflejan este fenómeno tan común y corriente en el que estamos embebidos todos, que es el de la disgregación, el desmoronamiento y el escepticismo. Este fenómeno (sin entrar en análisis más profundo de sus motivaciones), podría ser el causante de ver a los demás grupos como “equipos de enemigos” o pandilla de rivales (sobre todo se da mucho en los pequeños grupos) provocando, como todos sabemos, el triste pronóstico de la descalificación, pues no existe la autocrítica. 40 Barcos de Guerra fue realizado con la intensión de que editores, poetas y lectores se puedan conocer entre sí, se puedan leer, y preguntarse de manera más honesta, ¿por qué sus trabajos tendrían la poesía suficiente para ser publicados en un libro como este? A final de cuentas, es bueno que los criterios no se uniformen y que cada quien, tanto el poeta, como el lector, lea, compare, y como todo buen crítico, elija sus predilectos. Pues lo que sucede en esta antología es lo natural que pasa en otras: la incansable discusión, donde se dice que no están todos los que son, ni son todos los que están. Que faltó este gran poeta, que debieron suprimir aquél, que están todos los amigos, y por supuesto, como siempre, que hay altibajos. Esta antología sobre todo insta a ver el panorama de una manera distinta, y empaparse un poco de la lírica tan diversa que hay en toda la República, pues fue un verdadero trabajo reunir a estos voluntariosos editores en un solo libro, y lo más difícil, lograr que se aceptaran todos en la misma fiesta.

Al fondo el cartel de la Feria, en primer plano Ivan Leroy, y al micrófono Adriana Tafoya.


martes, 2 de febrero de 2010

Afrontar los mares en Cuarenta Barcos de Guerra: Reconfiguración del canon en la poesía mexicana*

Por Arturo Alvar


Para ser hombres y no destructores.
Ezra Pound

Hace poco más de cuatro años, en torno a la publicación del número “Formas” de la revista Versodestierro, llevamos a cabo una discusión y debate sobre la configuración de lo que sería la poesía mexicana en un futuro próximo. Esto es: acerca del lugar que ocuparía la poesía en nuestra cultura actual. En ese tiempo, atravesamos el mar para desembarcar en España, a presentar en Toledo una revista que se desplegaba en acordeón y que de un lado estaba escrita en prosa y del otro se hallaba la poesía. Ante todo, los escritores que colaboramos en ese número queríamos reivindicar las formas poéticas contra la anarquía del verso libre, en el sentido de que todo mundo escribe verso libre, pero pocos se entregan a un lenguaje capaz de violentar la realidad y modificar así sus estructuras autoritarias, por lo que desconocer cómo se escribe un soneto o una décima no era motivo suficiente para denostarlos como posibilidad creativa.

En ese debate también surgió el problema del canon, es decir, en el caso de la literatura, el criterio con que se juzga una obra, corriente o generación como válidas y que luego se han instituido para mantener la lógica de los grupos dominantes, los que dictan lo que debe o no pertenecer a la posteridad del Estado y la Cultura nacionales. Sin embargo, en México se estaba fraguando, desde el quehacer independiente, un movimiento cultural que en el ámbito literario ha ido articulando esfuerzos, los cuales rompen con la lógica que confrontaba entre sí a los poetas y sus editoriales, aunque todavía hace falta mucho por madurar.

Sabemos que en nuestro país, el peso de la tradición literaria se ha inclinado más por una crítica oficial, la cual ha desconocido y aún niega de manera sistemática lo que a decir de nuestra imaginación nos parece como evidente, puesto que el canon no es algo definitivo, siempre está en desplazamiento con respecto a las obras, corrientes y generaciones que lo configuran. No nos conformamos con adecuarnos a las corrientes oficiales, ofrecer pleitesías o acudir a las mafias literarias para esperar que se nos publique en una editorial de prestigio; sino que reaccionamos de manera consecuente con los reconocimientos e ideas que otras visiones han logrado cultivar en este ambiente adverso.

La invención de ese futuro posible, donde seamos libres para decidir cuál es el canon que nos apetece destruir, para luego ampliarlo en su pluralidad, nos ha alcanzado a principios del año 2010, que conmemora dos siglos de supuesta independencia nacional, con la publicación de la antología de poesía 40 Barcos de Guerra, en la que se han organizado cuarenta y dos editoriales independientes con la inclusión de 168 poetas de distintos lugares del país. Esto, me parece, busca situar una vanguardia de lucha cultural en el plano de una lógica que, como dice Enrique González Rojo Arthur, está en “contraposición, consciente, beligerante y subversiva, con el estado de cosas habitual”, con lo que este poeta, homenajeado y prologuista de la Antología en cuestión, cree vislumbrar en ello una nueva concepción de la cultura.

Lo anterior quizás porque como poeta, Enrique González Rojo siente y sabe que la realidad imperante nos aprisiona y que es necesario dar un viraje, hasta vernos unos a los otros como semejantes, en lugar de estar compitiendo para ver quién le canta a “la flor más bella” pues, a decir de él, lo importante es entrar en el jardín de la poesía y, una vez entrando ahí, nos daríamos cuenta de que es absurdo pensar en que un jazmín es más bello que una azucena. Inclusive, el autor del libro Poeta en la ventana recomienda a los poetas:

“Hay que asistir puntualmente al momento
en que, sin el menor quejido
la flor comienza a marchitarse
a desdecir belleza
a encontrar en el suelo
la forma polvorienta del descanso”.

O como señaló en términos más políticos Max Rojas, antologado en 40 Barcos de Guerra por la editorial Molinos de Acentos, al respecto de la necesidad de aceptar la otredad: “no podemos darnos el lujo de anularnos unos a los otros”. Por lo que hay que combatir y proseguir juntos los mares que nos afrentan.

Dentro de un seguimiento filosófico que ha cultivado a la par de la poesía, Enrique González Rojo celebra esta alianza de las editoriales de carácter marginal, con la bandera por delante del quehacer independiente. En este sentido crítico, se rompe con el canon tradicional – y con el de un concepto estrecho de independencia-, establecido en la manera de seleccionar los contenidos de antologías, ya que precisamente de manera autogestiva se conformó esta obra, donde las editoriales eligieron a cuatro poetas por cada una de ellas, a los cuales consideraban relevantes ya sea por su calidad poética y/o por ser representativos de su intención literaria.

40 Barcos de Guerra demuestra, desde el momento de su publicación, que este proyecto venció la incredulidad de la crítica oficial que desde un cuarto de siglo atrás ve en los momentos de crisis del país un estado de desesperación para los creadores, motivo incluso de traición de las propias convicciones. Quizá así se explique la retracción ideológica de algunos poetas consagrados a la sombra del pacismo como mafia cultural. A pesar de estas mareas que todo lo devoran, la salida que buscamos es fundamentalmente creativa, con esto se puede lograr, a decir de los compiladores y creadores del concepto antológico, una amplitud del canon desde el quehacer independiente, con el fin de dimensionar el devenir actual de la poesía mexicana, “entendiendo por independencia la situación de una colectividad que no está sometida a la autoridad de otra y que goza de libertad y autonomía”.

40 Barcos de Guerra. Antología de Poesía y sus editoriales. Editores Responsables VersodestierrO. Ciudad de México. 2009. 664pp. Concepto antológico: Adriana Tafoya.


*Texto publicado en el número 5 de la revista de sociología de la UAM-AZ, Sapiencia (sociedad en movimiento)