jueves, 25 de febrero de 2010

Adictos a la poesía y a la guerra



Xalapa, Veracruz, 23 de febrero. La niebla es una mano que peina las calles. Desenreda sus nudos de autos. Es en el Café Tierra Luna donde se presentará la antología 40 Barcos de Guerra por parte del Colectivo Adict@s a la poesía, que desde hace más de cuatro años se reúne en este Teatro a leer poesía.

Manuel Martínez, Angélica González y Mirna Romero.
Mirna Romero, Manuel, Angélica y Mirna Valdés.

Publico de todas edades.


Espacio abierto por definición, dispuesto para "socializar la poesía y poetizar la vida", afirman Mirna Valdés y Manuel Martínez, que nos dan la bienvenida a esta ciudad que en sí misma es poética. Excelentes anfitriones nos ofrecen una botella de vino para festejar la violencia que une a los poetas de esta nave y nos conducen al sitio donde también coexiste la librería Hyperión. Los poetas con poemas en mano expectantes escuchan. La organización es impecable, y los medio s de comunicación son evidencia de esto. DiarioXalapa cubre la llegada de las fragatas, al igual que un canal de TV cultural. Asimismo dos periódicos más.

Adriana Tafoya, Manuel y Andes Cardo.


Mirna Valdés es acompañada con música.
Angélica González lee sus poemas incluidos en la antología.




Manuel Martínez habla de la posibilidad de ampliar los foros y los marcos de expresión para la poesía, de cómo se vinculan aquí tantos proyectos y lo importante de que se pueden hacer cosas entre diferentes grupos. Andres Cardo habla sobre una nueva óptica de los "independientes", donde no sean estos los necesitados, los que piden, sino también los que pueden dar y extender una mano en símbolo de igualdad a los que cruzan su camino.



Adriana Tafoya, Manuel Martínez y Andres Cardo.


Adriana y Manuel.

Adriana Tafoya exorta a la crítica, pero sobre todo a la autocrítica, donde los poetas no sean sólo capaces de aceptarse en "la misma fiesta" sino también tener la honestidad de hablar de las deficiencias y aciertos de los demás tripulantes, así como también de la valoración del trabajo de otros proyectos.

Con vino y música la poesía es siempre una lámpara de petróleo para el que tiene frío en la noche, y en esta enorme Casa todos suben al templete y vierten su combustible. Leen Angélica González y Mirna Romero acompañadas de una guitarra azul. Mirna Valdés se funde con la voz y guitarra de una cantante; conjuntan la flama para iluminar el oval exaltado de los escuchas.

Gracias al apoyo del maestro Raúl Hernández Viveros, editor de la revista Cultura de Veracruz, el colectivo Adict@s a la poesía logró esta presentación de poesía.


martes, 23 de febrero de 2010

40 Barcos y Malasangre en Tabasco

Presenta Molinos de Acentos en Tabasco, en el café El Rincón de la Luna, la antología "40 Barcos de Guerra", coincidiendo con la entrega del Premio Iberoamericano Carlos Pellicer, a Max Rojas, que fue seleccionado por esta editorial para su participación en esta antología. En la mesa estuvieron Lorenzo Morales Malasangre, Pedro Luis Hernández Gil y Arbey Rivera, de Tejado Rojo. Aquí algunas fotos del evento.

Pedro Luis y Morales Malasangre.


Fabián Rievera en su lectura.



Arbey Rivera, Pedro Luis Hernández y Lorenzo Morales Malasangre.


Malasangre.

Arbey Rivera, Pedro Luis y Lorenzo Malasangre.

Público asistente.

domingo, 21 de febrero de 2010

En las paredes del mundo: la guerra


Por Ivan Leroy
(Ediciones Nuevo Siglo)

*Discurso pronunciado en la XXXI Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería

40 Barcos de Guerra no es una concesión formal multicromática para los ojitos, nariz y garganta del lector autocomplaciente ni para las mafias literarias. La otorinopoética de lo bonito no forma parte de los trabajos que ha abanderado Verso Destierro; su independencia le ha posibilitado generar producciones editoriales poéticas comprometidas con un arte expresivo en el mismo orden del humanismo.



Parte del público, Ivan Leroy y Norma Bazúa durante su lectura.


Los poetas también somos mamíferos excitados, hombres y mujeres que insistimos al marcar nuestra presencia en los espacios que habitamos con incisiones como sublimación de nuestra consciente intrascendencia física hacia el sentido de la trascendencia temporal. Lo anterior exige al menos una consciencia de la muerte, el amor y la lucha, es decir, el nacimiento del arte. El arte no sucede sino hasta que hombres y mujeres nos sabemos seguros (al menos) de que vamos a morir. Edificamos torres o bibliotecas, ciudades enteras dedicadas a un dios o a un humano con poder; capillas o pirámides siempre tratando de ocultar la certeza de nuestras faltas. Se justifica el fratricidio. La invasión de los milagros ajenos, distantes, convertidos por la retórica en el discurso de “lo otro”. Orinamos el espacio del enemigo para afirmar nuestro espacio que luego es invadido para activar nuestra venganza, o bien, le escribimos el poema. Todos somos Capuleto o Dantesco; Garcías o López. Firmamos nuestras obras con la orina o la tinta de nuestra identidad ficticia e impuesta como todas. Graphein es escribir decían los griegos. Escribimos con lo que tenemos a nuestro alcance. Con lo que nos alcanza. Para alcanzar a ser. Poetizar es llamar la atención de los otros para afirmar una presencia, frente a la autoridad o la costumbre, ante quien se desea o contra lo que se odia. Poematizar la vida presupone un desconcilio. Desconcilio de lo interno con lo externo. De lo individual ante lo colectivo. Del resentimiento contra la sensiblería. Del desfavorecido contra el rico: los pobres también escriben. Porque lo primero que se hace después de aprender a escribir es rayar. Se raya el salón de clases como la pared pese al sacrosanto mandamiento materno —previa omnipresencia paterna— del “no rayarás la pared”. La pregunta inquisitorial. ¿Quién pintó la pared? Se le presenta al poeta como parte fundamental de su condición propia de sujeto sujetado. Rayar es el ejercicio ontológico que antecede al de rayarla, posibilidad marginal de autoafirmación popular. Pero el poeta por más leído o escribido, no supera su trauma de escribir con patas de araña, por más computadora, ama su pluma fuente, por más pedefes, quiere ver su poema impreso como en 1442 lo inaugurara Gutenberg o Juan Pablos en México, en 1539.


Leroy, Tafoya y Fonz.

Ante el evento innegable somos receptores involuntarios y pasivos, brota nuestro rechazo social y oligolingüístico en la incomprensión de un lenguaje que nos hace ver como bárbaros frente al latín culterano. No nos resta sino asumirnos como iletrados, analfabetas del texto que hemos borrado decenas de veces en la barda que ya no soporta más capas de pintura de la brocha que contratamos para tapar lo feo. Lo soez y absurdo que se expresa en delito y aplaudimos a los científicos universitarios cuando nos presentan inventos tan útiles para el desarrollo sustentable de la economía neoliberal, ¡bendita sea! Como la pintura antigraffiti.


La maestra Norma Bazúa emocionada.


El poeta no es ajeno a las expresiones, técnicas y recursos de su tiempo, es producto de ellos, es el utópico conciliador de lo que el sociólogo apunta como irreconciliable.

Marco Fonz escucha atento a sus compañeros de mesa.


Y te admiramos 40 Barcos de Guerra por tu congruencia, porque te confrontaste a los espejismos y espantapájaros de la oficial propuesta de cultura, a los noveles de la ignominia y a la gerontocracia de la educación desvinculada de la necesidad y el deseo colectivos.


Arturo Alvar, de la revista ARCA, al micrófono. También leyeron sus poemas, Víctor M Muñoz, de Metáfora; Lucero Balcázar, de Ediciones Clandestinas; Javier Gaytán, de Floricanto, y María Elena Solórzano, por Ediciones Clandestinas.

Y debo agregar, al imperio de la distribución decadente de libros. O de plano a la extinción de las librerías. Para qué las queremos si no tenemos lectores. Pero existes, lector, y queremos decirte con voz alta cómo la poesía nos tocó una noche en que no sabíamos qué queríamos, pero sí, lo que no queríamos: cuando la palabra cobró su verdadero rostro de pueblo y se transformó en voz del deseo tercamente erótica, necesariamente en el riesgo de afirmarse viva, te entregamos un flanco más de jóvenes poetas, de la larga marcha que nos marcas como ejemplo, ahora escriben, te escribimos, como tú nos enseñaste a hacerlo pueblo, al margen o dentro, de la delimitada zona audaz de 40 Barcos de Guerra.

En la mesa, María Elena Solórzano, Ivan Leroy, Adriana Tafoya y Marco Fonz.

40 Barcos en la Feria Internacional de Minería

Parte del público en el Auditorio 3 del Palacio de Minería.


A manera de reflexión sobre la crítica


Por Adriana Tafoya


40 Barcos de Guerra nace en el marco del Encuentro Nacional de Poesía Independiente y sus Editoriales en 2008, que se realizó en Faro de Oriente, de tal modo que se generara una descentralización de las geografías comunes para la reunión de los poetas. El reto y propuesta consistió en reunir a 46 proyectos independientes de toda la República que propusieran cuatro poetas cada uno, para de esa forma evitar el “monopolio” del gusto y la estética poética. Se buscó realizar un encuentro que fuera incluyente y que tuviera el colorido de un gran carnaval, por sus diferentes voces, estilos e ideologías. El resultado obtenido fueron tres mesas de lectura conviviendo durante tres días simultáneamente entre rotomartillos, tornos, y grandes muñecos de cartón.


Adriana Tafoya y Marco Fonz al fondo.

Más adelante surgió la idea de editar la antología bajo un concepto similar. Se abrió la convocatoria con la expectativa de sumar, por mucho 40 proyectos que se aventuraran a una empresa de esta magnitud. Los proyectos sobrepasaron lo esperado y sumaron 42, para sorpresa de muchos. Esta es una cifra que no refleja una totalidad, pero sí una voluntad de editores dispuestos a “descubrir y aceptar” a otros poetas, aunque a veces parezca que persistente el ejercicio del “criterio cerrado”, que no acepta lo que es distinto a sí mismo y deriva en la mutua descalificación, sea de manera bien o mal intencionada. Pero, ¿qué piensan los 42 editores que participaron en esta gran antología?, ¿los 169 poetas que fueron incluidos en este polémico libro?: que sin superstición podría denominársele “libro adivinatorio”, pues si ustedes tienen preguntas sobre la vida literaria del país, como cuáles son sus cánones, sus criterios editoriales o sus puntos de vista sobre la cultura, bastará cerrar los ojos y abrir cualquiera de sus páginas para entrar de lleno a estas “realidades”.


40 Barcos de Guerra provocó importantes preguntas que invitan a la reflexión sobre el medio literario y sus políticas, y sobre todo mostró la manera de pensar de los editores y poetas tanto de manera individual como “la visión de clanes”. Una de las opiniones más generalizadas, si no es en la que efectivamente coinciden todos los proyectos incluidos en este enorme libro de consulta, es que creen hay “altibajos”. ¿Quiénes opinan esto? Los mismos editores y poetas incluidos. Y si a alguno de ellos se le pregunta en qué nivel se acomoda, difícilmente responde que en los sótanos de esta enorme flota. Aquí, ante esta pregunta, todos se consideran, ya sea por humildad o baja estima, de nivel promedio.

Marco Fonz escucha atento, después de su intervensión sobre 40 Barcos de Guerra.


Este punto de vista es de los que más invita a la reflexión y nos lleva a pensar sobre qué tan diversos son los juicios editoriales, cuál sería el canon estándar para ellos, y qué tanto se maneja la cultura de las jerarquías en el ámbito literario, como en nuestro sistema lo es tener un solo dios verdadero, un solo presidente, un solo padre de la mafia o un solo jefe de familia. ¿Qué tanto este sistema general también se desarrolla en nuestros poetas, artistas, de “mente más abierta”; en nuestros poetas cosmopolitas bohemios y malditos? Es evidente que el poeta no escapa al sistema, y en la actualidad ni siquiera le interesa hacerlo. ¿Por qué no le interesa? No hablemos de inteligencia ni de nombre, ni de dinero, hablemos de comodidad; no la de los cojines y las alfombras, sino de la comodidad de no complicarse la existencia pensando en otras propuestas para hacer las cosas distintas en el plano de la vida.


Adriana Tafoya durante su discurso.

También estos “altibajos” reflejan este fenómeno tan común y corriente en el que estamos embebidos todos, que es el de la disgregación, el desmoronamiento y el escepticismo. Este fenómeno (sin entrar en análisis más profundo de sus motivaciones), podría ser el causante de ver a los demás grupos como “equipos de enemigos” o pandilla de rivales (sobre todo se da mucho en los pequeños grupos) provocando, como todos sabemos, el triste pronóstico de la descalificación, pues no existe la autocrítica. 40 Barcos de Guerra fue realizado con la intensión de que editores, poetas y lectores se puedan conocer entre sí, se puedan leer, y preguntarse de manera más honesta, ¿por qué sus trabajos tendrían la poesía suficiente para ser publicados en un libro como este? A final de cuentas, es bueno que los criterios no se uniformen y que cada quien, tanto el poeta, como el lector, lea, compare, y como todo buen crítico, elija sus predilectos. Pues lo que sucede en esta antología es lo natural que pasa en otras: la incansable discusión, donde se dice que no están todos los que son, ni son todos los que están. Que faltó este gran poeta, que debieron suprimir aquél, que están todos los amigos, y por supuesto, como siempre, que hay altibajos. Esta antología sobre todo insta a ver el panorama de una manera distinta, y empaparse un poco de la lírica tan diversa que hay en toda la República, pues fue un verdadero trabajo reunir a estos voluntariosos editores en un solo libro, y lo más difícil, lograr que se aceptaran todos en la misma fiesta.

Al fondo el cartel de la Feria, en primer plano Ivan Leroy, y al micrófono Adriana Tafoya.


martes, 2 de febrero de 2010

Afrontar los mares en Cuarenta Barcos de Guerra: Reconfiguración del canon en la poesía mexicana*

Por Arturo Alvar


Para ser hombres y no destructores.
Ezra Pound

Hace poco más de cuatro años, en torno a la publicación del número “Formas” de la revista Versodestierro, llevamos a cabo una discusión y debate sobre la configuración de lo que sería la poesía mexicana en un futuro próximo. Esto es: acerca del lugar que ocuparía la poesía en nuestra cultura actual. En ese tiempo, atravesamos el mar para desembarcar en España, a presentar en Toledo una revista que se desplegaba en acordeón y que de un lado estaba escrita en prosa y del otro se hallaba la poesía. Ante todo, los escritores que colaboramos en ese número queríamos reivindicar las formas poéticas contra la anarquía del verso libre, en el sentido de que todo mundo escribe verso libre, pero pocos se entregan a un lenguaje capaz de violentar la realidad y modificar así sus estructuras autoritarias, por lo que desconocer cómo se escribe un soneto o una décima no era motivo suficiente para denostarlos como posibilidad creativa.

En ese debate también surgió el problema del canon, es decir, en el caso de la literatura, el criterio con que se juzga una obra, corriente o generación como válidas y que luego se han instituido para mantener la lógica de los grupos dominantes, los que dictan lo que debe o no pertenecer a la posteridad del Estado y la Cultura nacionales. Sin embargo, en México se estaba fraguando, desde el quehacer independiente, un movimiento cultural que en el ámbito literario ha ido articulando esfuerzos, los cuales rompen con la lógica que confrontaba entre sí a los poetas y sus editoriales, aunque todavía hace falta mucho por madurar.

Sabemos que en nuestro país, el peso de la tradición literaria se ha inclinado más por una crítica oficial, la cual ha desconocido y aún niega de manera sistemática lo que a decir de nuestra imaginación nos parece como evidente, puesto que el canon no es algo definitivo, siempre está en desplazamiento con respecto a las obras, corrientes y generaciones que lo configuran. No nos conformamos con adecuarnos a las corrientes oficiales, ofrecer pleitesías o acudir a las mafias literarias para esperar que se nos publique en una editorial de prestigio; sino que reaccionamos de manera consecuente con los reconocimientos e ideas que otras visiones han logrado cultivar en este ambiente adverso.

La invención de ese futuro posible, donde seamos libres para decidir cuál es el canon que nos apetece destruir, para luego ampliarlo en su pluralidad, nos ha alcanzado a principios del año 2010, que conmemora dos siglos de supuesta independencia nacional, con la publicación de la antología de poesía 40 Barcos de Guerra, en la que se han organizado cuarenta y dos editoriales independientes con la inclusión de 168 poetas de distintos lugares del país. Esto, me parece, busca situar una vanguardia de lucha cultural en el plano de una lógica que, como dice Enrique González Rojo Arthur, está en “contraposición, consciente, beligerante y subversiva, con el estado de cosas habitual”, con lo que este poeta, homenajeado y prologuista de la Antología en cuestión, cree vislumbrar en ello una nueva concepción de la cultura.

Lo anterior quizás porque como poeta, Enrique González Rojo siente y sabe que la realidad imperante nos aprisiona y que es necesario dar un viraje, hasta vernos unos a los otros como semejantes, en lugar de estar compitiendo para ver quién le canta a “la flor más bella” pues, a decir de él, lo importante es entrar en el jardín de la poesía y, una vez entrando ahí, nos daríamos cuenta de que es absurdo pensar en que un jazmín es más bello que una azucena. Inclusive, el autor del libro Poeta en la ventana recomienda a los poetas:

“Hay que asistir puntualmente al momento
en que, sin el menor quejido
la flor comienza a marchitarse
a desdecir belleza
a encontrar en el suelo
la forma polvorienta del descanso”.

O como señaló en términos más políticos Max Rojas, antologado en 40 Barcos de Guerra por la editorial Molinos de Acentos, al respecto de la necesidad de aceptar la otredad: “no podemos darnos el lujo de anularnos unos a los otros”. Por lo que hay que combatir y proseguir juntos los mares que nos afrentan.

Dentro de un seguimiento filosófico que ha cultivado a la par de la poesía, Enrique González Rojo celebra esta alianza de las editoriales de carácter marginal, con la bandera por delante del quehacer independiente. En este sentido crítico, se rompe con el canon tradicional – y con el de un concepto estrecho de independencia-, establecido en la manera de seleccionar los contenidos de antologías, ya que precisamente de manera autogestiva se conformó esta obra, donde las editoriales eligieron a cuatro poetas por cada una de ellas, a los cuales consideraban relevantes ya sea por su calidad poética y/o por ser representativos de su intención literaria.

40 Barcos de Guerra demuestra, desde el momento de su publicación, que este proyecto venció la incredulidad de la crítica oficial que desde un cuarto de siglo atrás ve en los momentos de crisis del país un estado de desesperación para los creadores, motivo incluso de traición de las propias convicciones. Quizá así se explique la retracción ideológica de algunos poetas consagrados a la sombra del pacismo como mafia cultural. A pesar de estas mareas que todo lo devoran, la salida que buscamos es fundamentalmente creativa, con esto se puede lograr, a decir de los compiladores y creadores del concepto antológico, una amplitud del canon desde el quehacer independiente, con el fin de dimensionar el devenir actual de la poesía mexicana, “entendiendo por independencia la situación de una colectividad que no está sometida a la autoridad de otra y que goza de libertad y autonomía”.

40 Barcos de Guerra. Antología de Poesía y sus editoriales. Editores Responsables VersodestierrO. Ciudad de México. 2009. 664pp. Concepto antológico: Adriana Tafoya.


*Texto publicado en el número 5 de la revista de sociología de la UAM-AZ, Sapiencia (sociedad en movimiento)

domingo, 31 de enero de 2010

ADICT@S A LA POESÍA

Surcan las letras 40 Barcos de Guerra

W26ENE10




Mirna V. Viveros

El año pasado el maestro Raúl Hernández Viveros, quien dirige la Revista Cultura de Veracruz, nos hizo llegar una convocatoria para participar en el proyecto 40 Barcos de Guerra, que Adriano Rémura, Andrés Cardo y Adriana Tafoya —integrantes de VersoDestierrO— lanzaron con el objetivo de promover la poesía marginal contemporánea. La convocatoria estaba dirigida a las editoriales independientes mexicanas que quisieran presentar a cuatro poetas de su preferencia con su respectivo trabajo.

Coincidimos con la intención de nuestros compañeros, editores independientes de VersodestierrO, en cuanto a la necesidad de socializar la poesía. Es por eso que Angélica González, Mirna Romero, Manuel Martínez y la que esto escribe, decidimos participar en tan sugestivo proyecto.

Hace unos días recibimos la magnífica edición del libro 40 barcos de Guerra, antología de poesía presentada por Enrique González Rojo Arthur; realizada con la aportación de 42 proyectos independientes reuniendo la obra de 168 poetas. El libro consta de 624 páginas donde se expresa la palabra de poetas que van de la generación de los 20 a la de los 90, residentes en distintas entidades federativas de la republica mexicana.

Con esta gran pluralidad, tanto de edad de los poetas como de lugar de residencia, 40 Barcos de Guerra nos abre un panorama interesante del quehacer poético nacional en la actualidad.

Cada editorial es un barco que busca, en el mar de las letras, subvertir el orden, hacer la guerra con la palabra para encontrar al navegante solitario que desee abordar la poesía con la vehemencia de un loco bucanero.

Adict@s a la Poesía, donará a cada una de las principales bibliotecas de nuestra ciudad un volumen de este maravilloso libro para que, quien gusta navegar en las tranquilas o borrascosas aguas de la poesía, dirija el timón hacia al corazón, que espera al viento soplando a su favor.

De Manuel Martínez Morales un fragmento del poema Nunca digan que aparece publicado en este libro:


Nunca digan

que no estuve aquí

que fui un mal sueño

en el amanecer del caos.

Nunca estuve aquí

ni estuvieron las mujeres

que dijeron amarme

fueron estrellas fugaces

en el anochecer

imaginado

del mundo.


No digan nunca

que la primavera

es solamente un poema

que escribí en una noche de insomnio

imaginaria también.

Los invitamos a que asistan el próximo martes 26 de Enero a las 19:30 Hrs en el Café Teatro Tierra Luna, Rayón 18 a nuestra primera sesión poética del 2010. Micrófono abierto y libre para el que guste. Visiten nuestro blog: www.adictosalapoesia.org

Si gustan enviarnos sus poemas, háganlo al correo: adictosalapoesia@yahoo.com.mx

sábado, 26 de diciembre de 2009

40 Barcos de Guerra por Javier Moro

*Texto leído en la presentación de la antología en el Bar 246, por parte de la editorial Kala.
Por Javier Moro

Carlos Ramírez Kobra durante su lectura con música y video en vivo en el Bar 246.



El libro de poesía 40 Barcos de Guerra: Antología de poesía y sus editoriales, es resultado de un trabajo coordinado por la editorial capitalina Verso Destierro después del 1er Encuentro de Editoriales Independientes, que se llevó a cabo en el 2008 en las instalaciones del Faro de Oriente.

Un libro que incluye a 42 editoriales o colectivos poéticos (dos más que los que el nombre del título señala) y a más de 160 poetas mexicanos, lo cuál representa un arduo trabajo, sí además tomamos en cuenta la diversidad de voces y alientos poéticos reunidos en esta antología. Sin embargo el resultado de esa propuesta ha visto la luz en un libro de 625 páginas, con un trabajo editorial impecable y que en buena medida viene a demostrar que es posible realizar un trabajo editorial más que digno desde la independencia; desde la marginalidad.Porque no podemos soslayar que la mayoría de las editoriales y colectivos aquí presentados sobreviven de manera autogestiva en un país en el que se han mantenido muy pocos proyectos editoriales independientes en los últimos años.


Javier Moro lee poema de su autoría incluidos en la Antología 40 Barcos de Guerra.


Es cierto que en materia poética existen proyectos editoriales bien cimentados y con un trabajo admirable, pero que finalmente resultan pocos al observar la geografía nacional. Por otro lado el Internet se ha constituido como una de las opciones más importantes para conocer el trabajo poético que se realiza tanto en el país como en el resto de América Latina y España. Sin embargo es triste y preocupante que muchos poetas y lectores simplemente desconozcamos lo que en materia poética se realiza en buena parte de la geografía nacional. Es como sí la poesía fuera la hermana huérfana o abandonada de la literatura mexicana. Una labor que tiene muchos héroes anónimos en una guerra silenciosa en contra del olvido. Una guerra que se vive en las calles, en las librerías, en el mundo editorial en general, y en la cuál la poesía parece llevar las de perder.


Sin embargo el proyecto de Los 40 Barcos… viene a convertirse en una muestra de la vitalidad de la labor editorial independiente en nuestro país, y se constituye en un gran mapa, en lo que a labor poética se refiere. La antología se reconvierte así en un puente, una vía de comunicación que salva lo mismo fronteras geográficas que mentales, al convertirse en un libro incluyente, que no busca marcar barricadas estilísticas, pues lo que busca es dar a conocer la vitalidad y fortaleza de la actividad poética independiente y no cede ante la tentación de encerrarse en los gustos o preferencias estéticas.


Aquí puede radicar una de las debilidades de una antología: para bien o para mal , una antología siempre buscará mostrar una cara específica de la labor poética. Los 40 Barcos es incluyente e independiente, hay toda una gama de posibilidades. No hay escuelas o gustos que prevalezcan sobre los demás. Es una antología democrática en ese sentido. Y desde esa perspectiva su valor aumenta, se capitaliza el trabajo de todas estas editoriales, de todos estos grupos, para dar una visión más amplia de la poesía mexicana actual. Pues en materia poética nada está dicho todavía, y eso es justo lo que una antología como Los 40 Barcos de Guerra viene a decirnos: el territorio poético es ancho y desconocido y se nutre de afluentes y ríos subterráneos. La poesía es un territorio que aun nos reserva misterios y sorpresas. Una antología que nos da la oportunidad de bucear en la mayoría de estos ríos subterráneos que alimentan a la poesía mexicana y adentrarnos en territorios muchas veces desconocidos y sortear caminos distintos, furiosos o románticos.


Jorge Posada hace su aparición y lectura en el 246.


Simplemente una hojeada rápida por el índice nos permite reconocer proyectos de muy distinta índole radicados en estados como Oaxaca, Coahuila, Chiapas, Nuevo león, Estado de México o San Luis Potosí o conocer la labor de una plataforma poética transnacional como la PLACA (Plataforma de Artistas Chilango-Andaluces) lo que nos da cuenta de la diversidad que esta antología guarda en su seno.


Lo que sorprende es precisamente esto, la cantidad y calidad de poetas que realizan una labor silenciosa, una labor de zapa desde sus diferentes trincheras. Una labor a veces poco reconocida, pero que resulta de vital importancia para darle a la poesía un lugar en la vida artística nacional, pues es una poesía vital, intensa, que parece lejana al público mayoritario, pero que está ahí, luchando todos los días por tomar las calles y acercarse a ese público ávido por conocer lo que los jóvenes (y no tanto) poetas tienen que decirles. Una poesía que lucha incesantemente todos los días por sobrevivir y sobresalir en un medio editorial cada día más preocupado por la novedad y deslumbrado por las grandes cifras de venta.Y es que la antología 40 Barcos de Guerra parte de premisas que le llevan la contraria a los efectos del mercado: busca ser, en primer lugar, una antología incluyente que se aleje de gustos y estéticas compartidas por un solo grupo o editor y por tanto ser una antología incluyente que se comporte como un enorme mosaico formado por la labor poética que se realiza en nuestro país. Un mosaico que se abre ante el lector y le enseña una región poco iluminada de la labor editorial y poética nacional, un territorio poco explorado.Y eso es para mí una de las mayores ventajas de esta antología, que tiene la enorme virtud de transformarse en una lámpara que ilumina los caminos subterráneos por los que discurre la poesía mexicana actual: caminos, trazos que pueden ser desconocidos para una gran mayoría, pero que nos muestran aquí su trepidante fortaleza, la fuerza que corre por sus palabras.


Los 40 Barcos es un mapa y una ventana, una lámpara y una aventura. Pero sobre todo la posibilidad de acceder a los ritmos oscuros, a la respiración sedienta. A partir de ahí se pueden haber aciertos o errores, puede gustarnos o no la poesía presentada, pero la labor está hecha: presentar en su magnitud, en su importancia la labor independiente es algo notable, profundamente honesto, en un país en donde muchas veces la palabra "independiente" huele a marginal, a extranjero.


En la mesa de presentadores: Adriana Tafoya, Carlos Ramírez Kobra y Javier Moro.


Sin embargo esta labor no es poca cosa si al final del día nos enteramos de las enormes dificultades con las que se enfrenta esta labor editorial, en un país como el nuestro. Ya sean las editoriales que podríamos llamar grandes o establecidas y mucho más cuando esa labor se hace desde la “independencia” (con todo lo que esto conlleva).Una razón más para aplaudir la llegada a buen puerto de esta armada, de estos 40 navíos de guerra armados de mucho, pero mucho trabajo. Una armada de guerra que nos demuestra que muchas veces la locura y el amor por la poesía son más tenaces que nuestra insufrible y triste realidad.

jueves, 24 de diciembre de 2009

40 Barcos de Guerra en Capulhuac

El joven público presente.


Región Mexiquense

La antología 40 Barcos de Guerra, colección de poemas realizada a partir de editoriales independientes mexicanas con el propósito de dar una muestra plural de lo que es la poesía en nuestro país, fue presentada con bastante éxito como parte de las actividades de la Semana Cultural que entre el 14 y 18 de diciembre del presente año, se efectuó en las instalaciones de la Escuela Preparatoria Oficial Anexa a la Normal de Capulhuac (EPOANC).

Dicho evento reunió a poetas independientes del Distrito Federal y Capulhuac de Mirafuentes, con el propósito de unir en un sólo espacio la voz de quienes están en pro del trabajo literario.

La cita fue el miércoles 16 de Diciembre de 2009, en punto de las 13:00 horas en el auditorio de la citada casa de estudios, en donde no sólo los alumnos, sino también, público extramuros, pudieron apreciar los comentarios que de la obra hiciera la Editora y poeta Adriana Tafoya. Quien señaló que se trata de una publicación en la que participan 42 proyectos independientes, quienes de manera autogestiva, se aventuraron a integrar la obra con igual número de ópticas. A través de proyectos de autores de diversos estados de la República, quienes se unieron bajo una sola bandera: la palabra vuelta metáfora. Acotó que el mecanismo para reunir el material antologado, consistió en que cada editorial o proyecto propusiera a cuatro poetas para que fuesen convidados a realizar dicha travesía en el mar de las palabras.
La editora Adriana Tafoya.

Para hacer comprensible a los oyentes los motivos generales de la obra y la importancia que ésta tiene en el espectro literario, Adriana dio lectura a la presentación que Adriano Rémura hace de dicha antología, de la misma se puede rescatar que: “Esta es una antología con nombre de Guerra –una guerra moderna-… que avanza hacia la descentralización y la amplitud de cánones, que da a conocer poesía poco difundida en México.”


Participaron en este evento Andrés Cisneros de la Cruz, Yabel René Guadarrama Rivera, Carolina Chávez Rodríguez, Estephani Granda Lamadrid y Gerardo Escamilla Sosa. Quines no sólo leyeron los poemas que de ellos aparecen en dicha obra, sino también compartieron con el público sus experiencias, como poetas y también como editores, que es el caso de Andrés y Yabel René.

Estephani Granda Lamadrid y Carolina Chávez.

Así pues, 40 Barcos de Guerra atracó con buen tiempo y aguas tranquilas en el muelle de la EPOANC. De su arribo sólo podemos decir que 42 editoriales independientes se unieron, para presentarnos una valiosa antología del quehacer poético en México, regalándonos la obra de 168 poetas compilados.

Al final de la noche, Adriana Tafoya, la esposa de Yabel René, Estephani Granda, esposa de Gerardo Escamilla, y Yabel y Gerardo.



Fuente: Región Mexiquense. No. 30. Año 3. Capulhuac, México Diciembre de 2009. Pág. 5

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Un margen de alerta: 40 barcos de guerra

40 barcos de guerra. (Antología de poesía y sus editoriales)
Exordio de Enrique González Rojo-Artur, presentación
de Adriano Rémura Edición independiente, 2009

Hay muchos poetas, hombres y mujeres, por descubrir o redescubrir,
sobre todo en provincia

Enrique González Rojo-Arthur

I

La creación de antologías ha sido una práctica consecuente en el ambiente literario de las últimas décadas. Bajo distintos criterios de selección, extrapoéticos en su mayoría, se han presentado compilaciones de todo tipo: generales, regionales, temáticas y, sobre todo, generacionales. Infortunadamente, se percibe en casi todas el vicio que alienta su proliferación: la promoción grupal. Los ejemplos al respecto sobran: “anti-logías” que “van dando nombre”, o, mejor dicho, currículum a la luz del amiguismo, o bien el cinismo “antojo-lógico” de los que se compendian porque, sin mayor trámite, “se quieren tanto”. La polémica que despierta la publicación de una nueva antología —apenas superada por la que generan los premios literarios, como el Aguascalientes o el Gilberto Owen—, se debe en gran medida a falta de un método congruente de selección que, casi siempre, apuntala más a las inquietudes del antologador que a la esencia misma del material tratado. En este espectáculo “perverso” que construye prestigio de forma artificial, no siempre es fácil apreciar una propuesta legítima.

40 barcos de guerra. Antología de poesía y sus editoriales (Edición Independiente, 2009) difiere significativamente de las recopilaciones que buscan promocionar a un grupúsculo cualquiera. No hubo un “compilador” que le diera vida, sino una convocatoria abierta. Participan editoriales independientes (como Amarillo Editores, Versodestierro, Garabatos o El Arlequín), talleres literarios (Amanuense, Cantera Verde o el Taller de Poesía Cartago), casas de cultura (Casa de Arte de Comitán o Las Dos Fridas) y revistas literarias de todo el país (ARCA, Blasfemia, Clarimonda o Metáfora). 42 proyectos y 168 voces que no comparten un denominador común. Conviven, en el mismo espacio, poetas octogenarios con extensa trayectoria y jóvenes nacidos en los noventa que, en algunos casos, publican por primera vez. La idea rompe con la trillada manufactura antológica por generaciones, o la selección supeditada a un lapso temporal específico. Pero la pluralidad es, según se juzgue, un acierto o una tara del libro: por una parte, se ofrece un panorama extenso del quehacer poético en la actualidad, por otra, ser incluyente y rigurosos al mismo tiempo es prácticamente imposible, y no por otra cosa la antología está llena de altibajos.

Sin embargo, el concepto antológico no deja de llamar la atención pues, como afirma Adriano Rémura en el prefacio, la propuesta “es inédita por lo menos en México. No existe registro en donde 42 proyectos independientes de manera autogestiva, contraria a la mente tradicional, se aventuren a conformar un libro de poesía con 42 ópticas diferentes”. Y en esta extensa gama de posibilidades, ¿qué puede encontrar el lector? Tras una primera lectura, las respuestas afloran: 40 barcos de guerra es una guía de propuestas editoriales y de poetas que las representan, un libro de consulta que permite trazar rutas escriturales al margen del oficialismo y con ello un acercamiento a los poetas que desde distintos puntos de la república toman la palabra: Norma Bazúa (1928) en Sinaloa o María Rivera Valdez (1954) en Chihuahua, Jesús Bartolo Bello (1970) en Guerrero, Lorenzo Morales Malasangre (1973) en Tabasco, Leopoldo Ayala (1939) e Iván Leroy (1966) en la Ciudad de México o Yabel René (1968) y Porfirio García Trejo (1957) en el Estado de México, por mencionar unos ejemplos. Autores que a pesar de ser conocidos, no son reconocidos por un grupo amplio de lectores y esto no se debe al aparente localismo en el que proyectan su obra, sino a su independencia frente a los aparatos de poder: no juegan en el equipo oficial. La antología es un mapa poético interesante porque, de otra forma, sería imposible conjuntar las voces aquí expuestas.

Yabel René, durante la presentación de 40 Barcos de Guerra en Capulhuac, Edomex.

El título beligerante no es en vano. La antología representa una lucha contra las mafias literarias —oficiales o no— que viene a demostrar que la edición independiente, lejos de ser expresión subterránea o poco meritoria —un samizdat, como lo bautizó Nicolái Glazkov—, es una forma de entablar un diálogo desde los márgenes de lo establecido. La antología cobija propuestas no del todo aceptadas por la mirada canónica de las instituciones culturales: Clarimonda, revista alternativa mexiquense; Mezcalero Brother’s Ediciones, del contracultural Tianguis del Chopo, los Poetas en Construcción A.C. de Ciudad Nezahualcóyotl, con casi veinte años de trabajo y más de cincuenta títulos publicados, o bien nombres como Bruno Montané Krebs o Mario Raúl Guzmán, que algún tiempo fueron poetas del movimiento infrarrealista (uno de los episodios más ninguneados en la historia de nuestras letras). Más importante: éste es un itinerario que compendia el trabajo independiente que se realiza en los rincones de la provincia y que no siempre tiene resonancia en el centro: Garabatos en Sonora, un estado con menos de diez librerías; La Tarántula Dormida, en Guerrero; Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, proyecto México-Chicago o Placa, plataforma de artistas Chilango-Andaluces (también resulta interesante la nómina de autores nacidos en otras latitudes que escriben en México o que mantienen contacto gracias a estas ediciones transnacionales: Sofía Faddeeva, de origen ruso; Eduardo Lucio Molina y Vedia, argentino; o Diego Vaya, español, entre otros).


II

Hace ochenta años El Grupo sin Número y sin Nombre proclama la inserción de las provincias en el quehacer artístico de la nación. La agrupación jalisciense pretendía la apertura de la periferia, confinada en una suerte de anonimato debido a la exclusión del foco artístico capitalino. Aunque no se trata de la primera disputa entre las demarcaciones y el centro, el hecho en cuestión registra una de las confrontaciones más significativas por la descentralización del medio cultural. 40 Barcos de guerra se inserta en esta confrontación, pero su disputa es contra las pandillas literarias que dominan los espacios oficiales. El libro nace en el marco del Homenaje Nacional al Poeta y Filósofo Enrique González Rojo-Arthur y el hecho me parece bastante significativo: González Rojo, autor de “Prolegómenos a una sociología de la mafias literarias” y responsable de los libros El rey va desnudo (1989) y Cuando el rey se hace cortesano (1990), desaparecidos desde su publicación porque cuestionan y ponen al descubierto los nexos entre Octavio Paz y el salinismo, es acaso el mejor ejemplo de escritura independiente del Estado y al margen del amiguismo. No está demás suscribir algunas palabras en el exordio de 40 barcos de guerra, preparado por González Rojo:

Las instituciones culturales del gobierno […] junto a una mafias y “capillitas privadas” […] nos muestran el espectáculo triste y desolador de un puñado de poetas que son ganados por el afán de poder, el ansia de reconocimiento y hasta por las prebendas malolientes que se pueden obtener en un mundo cultural como el nuestro. En cierto sentido —no soy el primero en asentarlo, pues se trata de un lugar común— la historia de la poesía mexicana es la historia de sus mafias.

La lucha por la apertura democrática de los espacios que generan mayor impulso, ubicados principalmente en el “centro”, no ha dado su última batalla pero es indiscutible que la presencia de las provincias ha estimulado la creación de tradiciones “aledañas” que han enriquecido considerablemente el panorama de nuestras letras: a principios de los años 80 Sandro Cohen sostenía que, después del D. F., los estados de Jalisco, Chiapas y Veracruz eran los más importantes por su larga historia literaria, y en los últimos años la frontera norte ha reclamado su lugar en la República de las Letras como portavoz de las nuevas tendencias (la Estética de los confines, para decirlo con Javier Perucho, o la “tradición tijuanense”, como sugiere Heriberto Yépez).

Si, como se ha dicho, la historia de un libro se escribe cincuenta años después de su publicación, falta mucho para conocer la trascendencia, si es que la tiene, de esta antología. Será importante el trabajo de difusión que cada una de las editoriales haga al respecto para colocar este libro en los estantes “adecuados”. Por el momento, 40 barcos de guerra es una importante invitación a sopesar el trabajo literario independiente en la actualidad. Una mirada a los márgenes escriturales en alerta a las inquietudes y necesidades del medio cultural.


*Hiram Barrios (Ciudad de México, 1983) estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Ha publicado en distintas revistas y medios electrónicos. Pertenece al Consejo Directivo de la revista Dédalus ( www.revistadedalus.com).